jueves, 27 de octubre de 2016

I Jornadas Feministas Estudiantiles


Este sábado 29 de octubre se celebra la I Jornada Feminista Estudiantil en la Casa del Estudiante, organizada por la Asamblea Feminista IES Parque Goya, Asamblea Feminista IES Miguel Catalán, Asamblea Feminista Félix de Azara y Feminismo Unizar. 

Empezaremos a las 10:30 con las presentaciones y a las 12:45 tendremos el primero de los talleres que impartirán compas de las distintas asambleas.

También tendremos un amplio menú vegano y apto para personas celíacas desde las 14h. Ninguno de los platos costará más de 3€.

Volveremos con los talleres a partir de las 16h y ya no pararemos hasta la noche.

Además, durante la hora de la comida tendremos una maravillosa lista de reproducción con artistas feministas y LGBT cantando sobre esos mismos temas y un montón de merchandising para financiar estas magníficas Jornadas.

¡Os esperamos a todes este sábado!


domingo, 24 de enero de 2016

Cánones de belleza, TCAs y el Feminismo


Cuando comencé a leer sobre feminismo, yo estaba en un momento de fuerte inestabilidad emocional y psicológica debido a un trastorno de la conducta alimentaria.
Desde que entré en la adolescencia y hasta hoy, he llevado conmigo una carga más que pesada. Hoy en día cualquier neurodivergencia es una carga, y los trastornos alimenticios no son una excepción.  
Cuando comencé a ver la comida como una enemiga, yo ni siquiera había cumplido los 15 años y no era consciente de lo que ocurría realmente y cuando quise salir de ahí, ya era demasiado tarde, estaba hasta el cuello de mierda; me pasaba prácticamente el día pensado en lo que había comido o en lo que iba a comer, me pesaba constantemente y evitaba comer delante de otra gente. Utilizaba la comida cuando me encontraba mal emocionalmente y luego, debido a la gran culpabilidad que sentía por ello, me “purgaba”.   Al final llegue a un punto en que cualquier cosa que comía, incluso una ensalada, me hacía sentir culpable y me llevaba a “eliminarlo”.

Todo podría haber acabado mal para mí, me estaba consumiendo y yo no sabía muy bien qué hacer. ¿Y los médicos? Una mierda. Así de claro, no consiguieron hacer una mierda. Y no les culpo directamente a ellos, el sistema de salud mental es bastante pésimo actualmente.
Entonces empecé a leer sobre feminismo. Al principio cosas muy sencillas, que nada tenían que ver con mi enfermedad. Pero pronto comencé a darme cuenta de cosas como que, los cánones de belleza que se nos imponen a las mujeres son casi imposibles (por no decir imposibles) y altamente tóxicos. Y decidí que tenía que recuperarme. Empecé a leer también sobre TCA’s y tratamientos (que no tuvieran que ver con medicación o psiquiatras) y tras un esfuerzo casi sobrehumano comencé a recuperarme. Cada vez comía más, y me sentía menos culpable. Físicamente no se me notó demasiado (y aquí tengo que aclarar que soy una mujer que cumple los cánones de belleza, y que asumo que tengo una serie de privilegios frente a mis compañeras no normativas) pero psicológicamente ¡cada vez estaba mejor!
 Pero cuando de verdad comencé a estar bien, fue al pasar al activismo y conocer a otras mujeres que también habían pasado  por experiencias muy dolorosas. Escucharlas, así como aprender lo que es el feminismo más allá de los libros y artículos, me ayudó muchísimo. Contar mi experiencia y no ser juzgada también fue algo liberador.

Hace poco tiempo tuve de nuevo una crisis y en mi cabeza se mezcló la culpabilidad, fruto del trastorno alimenticio, con la culpabilidad que sentía por ser feminista y haber vuelto a “caer” en esta enfermedad. Y este punto es algo muy importante. Soy feminista y sé lo tóxicos que son los cánones de belleza, sé que las dietas están hechas, no para “mejorar la salud de las mujeres” sino para dominarnos y hacernos más dóciles,  pero también soy una mujer con un trastorno alimenticio que, aunque cada vez menos y con menos frecuencia, siente terror por la comida.
Y aquí también tengo que agradecer, no tanto al feminismo en general, sino a mis amigas y compañeras feministas en particular, lo muchísimo que me han ayudado a eliminar esa culpabilidad que me producía ser feminista y a la vez tener problemas con la comida.  Si algo he comprendido y asumido en este tiempo es que los trastornos alimenticios son una mochila que llevas siempre a tu espalda. A veces pesará mucho, pero otras será ligera y fácil de manejar.

Para finalizar debo decir que los trastornos alimenticios son enfermedades complicadas, en las que intervienen muchos factores y que se manifiestan de distinta forma en cada persona, aunque tengan un patrón común. Por eso sé que quizás el feminismo, que tanto me ha ayudado a mí, no pueda ayudar a otras personas que padecen esta enfermedad. Esto no quita para que desde el feminismo sea necesario trabajar estas enfermedades, así como otras neurodivergencias y que se incluyan en nuestros discursos a las enfermas mentales, tan olvidadas por el sistema y tan infantilizadas por el patriarcado.  


lunes, 30 de noviembre de 2015

No soy tu bicho raro, soy una persona

A menudo me despierto con la sensación de ser la persona más falsa que ha pisado esta tierra.

Miro mi cuerpo y veo mis tetas, mi coño, mis piernas peludas y ese horrible bigote. Y pienso: “esto no me representa, esto no me hace feliz, esto no soy yo”.

Nunca se me ha pasado por la cabeza querer transicionar. Los penes me aterran, aún no sé por qué, y tener uno sería mi peor pesadilla hecha realidad. Además, mis tetas me gustan. Son un par de bolitas antiestrés preciosas, con esas aureolas tan rositas y esos pezones tan en punta.  Pero ver mis piernas peludas, por mucho que exista la posibilidad de depilarlas y me guste la sensación de acariciarlas y notarlas tan suaves… es horrible. No me gusta tener anclado en la cabeza ese pensamiento de que una mujer no puede ser peluda, porque yo no soy una mujer. Tampoco soy un hombre. Pero no me gusta ningún género y ninguna etiqueta me llama realmente la atención. He pensado muchas veces pasar de etiquetarme, hacer caso a todes mis amigues que me dicen que no las necesito, ser un alma libre… pero la verdad es que necesito esa etiqueta. Necesito sentirme válide, saber que no soy la única persona que se siente así. Y lo sé, sé que hay más como yo, no estando a gusto con su cuerpo ni con su género. Pero necesito esa palabra que me defina, aunque luego no vaya a utilizarla y aunque nunca vaya a salir del armario del género.

Sé que es probable que sean imaginaciones mías, que yo le dé muchas vueltas… pero cuando digo que no me traten de ‘ella’, la gente parece evitar cualquier palabra que tenga género, como si estuviese inventándome cosas. ¿Pero no se basa en eso el mundo? ¿En inventar cosas nuevas? ¿En adaptarse a los tiempos? ¿Por qué cuesta tantísimo añadir un nuevo pronombre para que unas pocas personas nos podamos sentir válides? ¿Tan poco respeto hay por los sentimientos de los demás? ¿Tan poco valgo yo para mis amigues, que en ocasiones me han llegado a decir que soy “antinatural”, “un error de la naturaleza si hablamos desde el punto de vista científico”? ¿Desde cuándo me he convertido en un experimento?

No obstante, aunque hay más días malos que buenos, siempre hay algo que me agarra, aunque sea muy ligeramente, a este mundo. Siempre consigo leer algo que me hace sentir que, aunque es un día de mierda, tal vez mañana no lo sea y el mundo haya aprendido. Muchas veces eso no ocurre y me encuentro peor. A veces esto dura semanas y mi sonrisa es tan falsa que duele. Pero hay gente como yo, hay gente que sabe lo que es y hay gente que me apoya. Que nos apoya. Hay razones para creer en un mañana mejor que espero que llegue pronto. Hay razones para sentirte válide. Así que, quédate conmigo y cree en ese mañana, porque de verdad, va a llegar. Está llegando.

martes, 17 de noviembre de 2015

El monstruo puede despertar en el momento menos pensado


El monstruo puede despertar en el momento menos pensado. Ya te avisan cuando terminas la terapia, que nunca bajes la guardia, que esto no se cura, sino que simplemente se convive con ello aletargado en algún punto indeterminado entre las neuronas y las costillas y el estómago. Bueno, esto último no te lo dicen así, tal cual, pero es como yo me lo imagino y lo siento. Así son los trastornos alimentarios. Como decía, el monstruo puede despertar en el momento menos pensado. El mío lo hizo hace dos o tres semanas, en una visita al médico para algo que no tiene nada que ver con mi trastorno adolescente. De hecho, mis médicos actuales ni siquiera saben que fui anoréxica. En fin. El médico me pesó, y pesarse es algo tabú para mí desde hace muchos, muchos años. No importa que saliera de terapia, no importa que ya estuviera bien. Yo no me peso, o al menos no a mitad del día, vestida y delante de otra persona que pueda juzgar ese peso. Yo me peso muy raramente, y cuando lo hago es siempre recién levantada, desnuda, y cuando pienso que mi peso no va a superar el número que me hará sentir mal. Podría haberle dicho al médico que no quería pesarme, o que me pesara pero no me dijera cuánto peso. Pero eh, yo ya estoy recuperada desde hace años, quiero sentirme funcional y no quiero que este hombre piense que hay algo jodido en mi cabeza.

Pues sucedió que el médico me pesó, después de comer y con ropa (sin zapatos, eso sí), y el número que salió era un kilo más alto de lo que yo pudiera estar dispuesta a permitirme. UN KILO. UN PUÑETERO KILO. Que podría ser por la ropa, porque era después de comer, o simplemente porque sí. UN KILO. Sí, sé racionalizar y sé que no es para tanto. Pero en fin. Salí de la consulta pensando y sintiendo ese puñetero kilo. Lo comenté con mis amigos y mi familia, como para quitarle importancia, “¿Pues sabes que me han pesado hoy y resulta que estoy lo más gordita que he estado nunca? Jeje”. Pero aunque intentara racionalizarlo y silenciarlo, el monstruo había despertado.
Hace varias semanas de eso, tal vez ya un mes. Desde entonces me he encontrado evitando los carbohidratos para merendar y culpándome por no comer toda la fruta que según mis estándares debería estar comiendo. Me he sentido culpable al comer patatas con la cena. He tomado té sin azúcar y sin leche a pesar de querer un café con leche y azúcar, convenciéndome de que realmente era lo que me apetecía. Pero no nos engañemos, un té sin leche y sin azúcar tiene cero calorías. Cero culpabilidad. Y eh, soy feminista. Estoy súper concienciada de que mi cuerpo es un campo de batalla, de que el patriarcado me está bombardeando para hacerme desaparecer. Pero eso no ayuda. Eso te hace sentir aún más culpable. Culpable por estar comiendo cuando tu cabeza te dice que no lo hagas; culpable por sentirte culpable por comer cuando sabes que es el monstruo quien habla; culpable por escuchar la voz del monstruo a pesar de tus convicciones feministas. Una espiral sin fin de culpa y malestar.

Anoche me metí en la cama y lloré. Lloré porque me sentía horrible, lloré porque durante semanas he estado pensando que tenía que hacer algo con mi pelo y con mis uñas y con mi piel y con mi ropa y anoche me di cuenta de que ese no era el problema. Es curioso cómo mi mente ha sido capaz de codificar ese kilo de más para engañarme: en vez de hacerme sentir GORDA, sin más, lo cual podría detectar rápidamente como un síntoma de recaída en la anorexia, me hacía sentir incómoda con mi cuerpo, pero de otras maneras supuestamente no relacionadas con mi peso. Me estoy dejando crecer el pelo, así que me miro en el espejo y siento lo inadecuado de la fregona que me cuelga de la cabeza ahora mismo, que todos por supuesto están juzgando. Me miro las uñas, vírgenes, y siento la necesidad extrema de irme a un centro de manicura para que hagan algo con ellas, tan feas, tan vulgares, tan poco cuidadas. Mi ropa me parece desfasada, atascada indefinidamente en una adolescencia demasiado larga que ya hace años que pasó, pero que mi situación vital/laboral/social no me permite ni me invita a abandonar del todo. Tengo un par de granos en la cara, así que en vez de pensar que es porque he estado con la regla mejor pensar que es por tomar demasiado azúcar, y lamentarme por no tener el dinero para ir a hacerme una limpieza de cutis que me deje una piel impoluta. Pero anoche, llorando en mi cama, me di cuenta de que todo venía de UN PUTO KILO DE MÁS. El monstruo ha despertado, y es tan inteligente que sabe disfrazarse de pelo apagado, de uñas vulgares, de ropa inadecuada.

Me gustaría decir que ahora que lo he identificado se ha acabado el problema. Pero ya me lo dijeron muchas veces en terapia hace ya muchos años: los trastornos alimentarios no tienen que ver con tu cuerpo, sino con tu cabeza; nunca se curan, siempre están ahí, latentes; no bajes nunca la guardia, no te confíes. Mi cuerpo es un campo de batalla, y la guerra que me toca luchar es contra mí misma.

Caen bombas sobre Siria. Caen bombas sobre Palestina. Bombardean Ucrania. Bombardean Nigeria. Bombardean Iraq. Disparan bombas mediáticas en la dirección opuesta para que no veamos a los muertos; sólo importa Occidente. Nos inoculan el miedo a bombas calóricas con temporizador en nuestros ombligos esqueléticos para que no levantemos la cabeza y así no podamos ver a los cadáveres que nos rodean; sólo importas tú. Conviértete en esqueleto andante, debilítate hasta poder ignorar todos esos cuerpos mutilados, todos esos cadáveres sin tumbas y todos esos muertos en vida que no tuvieron el privilegio de poder elegir querer matarse.

Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.


lunes, 26 de octubre de 2015

La vez que me agredieron sexualmente



Hola compañeras,
Me hubiese gustado compartir esta experiencia con todas vosotras en el fantástico cineforum que se hizo, pero por desgracia no me pude quedar mucho rato en los debates.

Sucedió en septiembre después de desfasar durante toda la noche, eran las siete de la mañana, había luz e iba por mi calle, quiero recalcar que el camino fue tormentoso porque los desgraciados machirulos estaban especialmente pesados, sufriendo toda clase de piropos por la calle, en fin, estaba a dos números de mi portal, cuando me di cuenta de que una sombra se aproximaba hacia mi, iba a sacar las llaves cuando un tipo se abalanzo sorprendiéndome por detrás y metiéndome la mano debajo del vestido, llegándome a tocar los genitales. Todo sucedió muy rápido, me gire y le enganche de la cara, era un tipejo de unos cuarenta o cincuenta años, bajito y que no imponía nada físicamente, nada más enfrentarme a él, se le cayeron los cojones al suelo y se echo a correr, en ese momento estaba tan cabreada que le empecé a seguir y a proferirle toda clase de insultos, el muy desgraciado aun tuvo unos segundos para volverse y hacer un gesto para que dejara de gritar cosa que le salió mal ya que yo continué gritando para que supiera el infraser que era.

Cuando desapareció de mi calle, regrese hacia mi casa, se lo dije a mi madre y después se lo conté a mi novio y a dos compañeras de confianza, luego me eche a dormir y seguí haciendo mi vida.


Pero eso es lo realmente difícil, seguir haciendo tu vida. Te das cuenta de que has sido deshumanizada de una manera brutal. A ese desgraciado le daba igual que fuera de izquierda o de derecha, si era menor o mayor, si era madre o hija, si tenía sueños y metas, simplemente me vio como una presa fácil a la que atacar y sacar beneficio. Y es una mierda. Aunque haga auto defensa, aun no me siento tan empoderada como yo quisiera, ahora me da más pánico de lo normal volver a casa sola y si tengo un tío cerca que no conozco, me pongo muy nerviosa, que sepas que este sistema legitima, de forma sibilina, estas acciones, desmoraliza bastante.

Respecto a cómo actuar ante una agresión así, no sé si volvería a reaccionar, yo os animo a que lo hagáis, ya que la mayoría de agresores, como este mequetrefe, no están muy seguros y a la mínima que manifiestas resistencia se acojonan, si no reaccionáis, no pasa nada, es muy difícil saber qué hacer y es una situación muy chunga, ya os digo que a mí me salió de forma automática, tal vez es que estoy haciendo auto defensa y eso, muy en el fondo, me empodera.

Os animo a contarlo y que sepáis que no estamos solas, que si nos tocan a una, nos tocan a todas.

Violeta.



Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.


martes, 6 de octubre de 2015

Depílate guarra

Desde bien pequeñas tenemos asumido que cuando entremos en la preadolescencia comenzaremos a depilarnos, es algo que no te cuestionas, es uno de los pasos de hacernos mayores, quitarnos los pelos que van a empezar a salir en nuestro cuerpo, algo completamente natural al fin y al cabo. Las mayores se depilan, y es hasta algo divertido, según los anuncios de la tele, además hay opciones para todos gustos y precios.

Recuerdo que tenía unos 12 años, y llegó ese primer día de primavera en el que ya usas prendas cortas debido a la calor, faldas, vestidos o shorts, al gusto de cada una vaya. Me había comprado mi madre la famosa crema depilatoria Veet, ella no quería que la usara, me decía que eran suaves, que me los recortara y ya me daria el sol, que con esa crema me saldrían más y más fuertes. Yo no le hice caso (cuántas veces me arrepiento de ello) yo no podía permitir llevar un sólo pelo en mis piernas, daría asco a la gente. Desde el verano anterior llevaba pelitos en las axilas, y la gente me había hecho comentarios burlescos, que me habían hecho sentir mal, así que este verano no pensaba llevarlos, y quería quitarme los de las piernas.

Pasé varios años a base de cuchillas y cremas depilatorias, además es que era peluda (y aunque sorprenda no es una mala palabra), pero me apañaba para que no se me viera un pelo y no perder mi “feminidad”.

Mi calvario con los pelos comenzó a los 18 años, ya no era un bello controlable, en unos pocos meses mi tripa, mis ingles, mis piernas y mi trasero tenían mucho pelo, y un pelo fuerte, en algunas zonas parecía púbico. Me cogí asco, no me podía mirar a mi misma, parecía un HOMBRE, un OSO, una MARIMACHO. Se juntó con una época bastante asexual, ni ligaba ni quería ligar, había salido de una relación bastante larga y tóxica, sólo quería divertirme con mis amigas, no quería saber nada de chicos. Aún así, en dos años con los tres tíos que me lie lo pasé realmente mal, no quería que vieran mi cuerpo peludo, me repudiarían. Siempre andaba tapándome, me pegué dos veranos sin ir a la piscina (me encantaba y me encanta ir), tenía pánico de que alguien viera como era realmente, no parecía una VERDADERA MUJER.

El segundo verano de mi época yeti (me gusta denominarla así cariñosamente) se lo conté a mi madre, no le había dicho nada, y eso que tenemos una relación genial, pero hasta vergüenza me daba que ella viera mi cuerpo peludo. Se lo conté porque no podía más, había dejado de depilarme, ya que las cremas y las cuchillas eran contraproducentes, aumentaban mi vello, comenzaba a salir al día siguiente y además me causaban irritaciones y picores (tengo la piel muy sensible y el pelo era realmente fuerte), y ya no podía más del asco que me daba.

Mi madre intentó convencerme para ir a una esteticién, ya que no nos podíamos permitir económicamente el láser, allí me quitarían el pelo bien y sería mas duradero. Yo me negué. No podía consentir que alguien me viera así, antes prefería que me tragara la tierra. Ella hizo todo lo que estuvo en su mano para solucionarlo. Primero lo intentó con la cera, un par de veces cuando era más cría fuí a dos centros de estética diferentes y me habían hecho muchísimo daño, tengo el umbral del dolor bajísimo, y tenía pánico de volver a intentarlo con la caliente. No podía soportarlo, en zonas usábamos caliente, en otras fría, pero sangraba, era un pelo muy fuerte y mi madre no sabía depilarme bien y daba los tirones mal. Fueron experiencias verdaderamente torturadoras. Me compró una de estas maravillosas máquinas que anuncian, que parece por el anuncio que en vez de arrancar el pelo de raíz te va a dar un masaje relajante, que lleva hielo y de todo... ¡y una mierda! Soy demasiado sensible para esa máquina de tortura lo siento.

Se acercó el verano de los 20, y yo no quería más experimentos mortales caseros, y mi madre se negaba también, ella sufría porque veía que me hacía daño. Me convenció para ir a una esteticién, había ido a hablar con ella y le había hablado de mi complejo por el exceso de pelo, de lo fuerte que lo tenía y de mi poco aguante al dolor. Me decidí a ir, muerta de vergüenza, pero fui con mi madre.

A la vez, antes de que llegara el verano, mi madre vino conmigo al médico de cabecera y le comentó “el problema”, pues yo no podía ni verbalizarlo. El me mandó a ginecología, me hicieron análisis y vieron que tenía un desajuste hormonal, que padecía un HIRSUTISMO LEVE. Me mandaron a endocrinologia y comencé a probar bastantes tipos de medicamentos hormonales.

Yolanda, la esteticién, resultó un amor de persona. Me ha ayudado muchísimo a superar mi complejo, y me depila con muchísimo cuidado. Mentiría si dijera que no me hace mal, pero lo puedo soportar, y ella tiene mil atenciones. Gracias a ella, empecé a volver a mirarme, y el verano de los 20 volví a la piscina, y a no darme asco a mi misma, comencé a quererme de nuevo.

La medicación que llevaba cinco meses tomando me rebajó enormemente los niveles de vello, y los médicos me han dicho en varias ocasiones que si la dejo de tomar, volveré a tener los mismos pelos que antes, que es algo crónico, para toda la vida, y que aunque me haga el láser me volvería a salir.

Pero cuando llegó el feminismo a mi vida, comenzó a darme rabia todo esto, la solución ya no me parecía suficiente.

¿Por qué tenía que gastarme 25 euros al mes en medicación para frenar a mis hormonas “masculinas? No me repercuten negativamente en mi salud, simplemente me sale pelo, y el pelo no es malo joder, es mala la mirada de la gente hacia el vello femenino, no el vello en sí mismo.

¿El sistema no puede tolerar que biológicamente me salga de los normas hormonales o qué pasa?

¿Por qué tenía que ir cada mes y medio a dejarme 30 pavos para que me hagan daño, para sentir miedo, para marearme y estar dos días con la piel fatal?

¿Porque las mujeres no podemos tener pelo verdad? Eso es de guarras, eso es de hombres.

Cuando me puse las gafas moradas me di cuenta de que no podía ni quería seguir con ese sufrimiento y ese gasto, de que tenía que ser posible quererme y verme bien con pelos, de que quería aceptarme tal y como era.

En mayo de este año dejé la medicación, ya llevo un año que me depilo las axilas muy de vez en cuando, me ahorro irritaciones, picores y granos, y lo mejor de todo es que me veo bien con mis sobacos peludos, me siento a gusto conmigo misma. El resto del cuerpo me está costando más. A lo largo de este año ando muy relajada, en vez de ir cada mes y medio he ido cada tres meses o así, cuando ya llevo bastante pelo y ya me veo mal, pero cada vez mis visitas a la esteticién son más espaciadas la verdad. La prueba de fuego llegó con el verano, sólo me hecho la cera una vez, conseguí irme a la playa con bastante vello, y me reconcilió bastante con mis pelos, al fin y al cabo era la primera vez que se bañaban en el mar.

Ahora mismo estoy bien así, me gustaría conseguir el no imponerme la obligación de depilarme, pero igual me quedo con esta rutina, que al fin y al cabo es sana, ya no tengo la obsesión que tenía antes, voy de vez en cuando, y no lo hago por los demás, lo hago por mi, me depilo para verme bien yo. De todas maneras mi cuerpo ya lleva mucho tiempo sin hormonas, y la cantidad de pelo está aumentando considerablemente, cada vez salen antes, y mis inseguridades vuelven a hacerse fuertes.

Mientras, los anuncios de depilación nos dicen que con pelos no podemos hacer ningún tipo de plan, es una industria aliada al patriarcado. Que no nos aceptemos a nosotras mismas, que no nos queramos, que estemos mal con nuestros cuerpos, que nos demos asco, beneficia al sistema, ya no sólo económicamente (industria psiquiátrica, de la belleza, de la nutrición, etc.), que también, pero parece que si las mujeres estamos preocupadas por nuestros pelos en las ingles, pensamos menos, o nada vaya. Debemos demostrar que si, que es posible el ser mujeres insumisas y perfectamente depiladas, el ser mujeres “completas aunque tengamos pelos, y el depilarnos porque nosotras queramos, no porque la sociedad machista nos lo imponga con sus crueles y reaccionarios cánones de belleza. Para ser mujer, sólo te hace falta sentirte como tal, no tienes que cumplir ninguna característica impuesta por la sociedad machista y superficial.

Este verano me he sentido muy empoderada y muy orgullosa de mi misma, me dan cada vez más igual las miradas, aunque sé que es una lucha y un trabajo continuo posiblemente de por vida.


Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.










jueves, 24 de septiembre de 2015

Recomendaciones II: "Una habitacion propia" y "Mujeres, raza y clase"

¡Hola a todes!
Os dejamos dos lecturas en las que podéis sumergiros este fin de semana mismo :)

"Una habitación propia" Virginia Woolf


Se trata de un análisis de la historia de las mujeres y su relación con el mundo y con la literatura en particular. Se critican, asimismo, los innumerables obstáculos que las mujeres hemos tenido (y seguimos teniendo) que salvar para emanciparnos y realizarnos como seres humanos en el marco de esta sociedad patriarcal.


El texto es claro y a la vez plagado de metáforas y ejemplificaciones muy elaboradas. Así, Virginia Woolf consigue, son su especial y maravillosa forma de explicar el mundo, convertir un breve ensayo en una verdadera obra de arte. 

Aquí un fragmento de esta imprescindible novela:

"En realidad, si la mujer no tuviera existencia salvo en la ficción que han escrito los  hombres, uno se la imaginaria como una persona de la mayor importancia, muy heterogénea, heroica y mezquina, espléndida y sórdida, infinitamente hermosa y extremadamente horrible, pero tan grande como el hombre, más grande según algunos. Pero ésa es la mujer en la ficción. En la realidad, como señala el profesor Trevelyan, la encerraban, la golpeaban y la zamarreaban por el cuarto"


"Mujeres, raza y clase" Angela Davis





Angela Davis trata de indagar en este libro acerca de las causas que llevaron a que las reivindicaciones de las mujeres negras fueran sistemáticamente invisibilizadas a pesar de sus esfuerzos por articular sus luchas y sus demandas con los otros movimientos políticos que acaparaban el protagonismo y el potencial revolucionario que suponía una alianza con estos. 



Realiza un análisis riguroso, rico y esclarecedor para explicar las estrategias de lucha de las mujeres negras así como los problemas de composición de las diferencias que siguen desgarrando los movimientos políticos actuales

Un fragmento de esta más que recomendable obra:

"En Estados Unidos y en otros países capitalistas, las leyes contra la violación fueron originalmente formuladas para proteger a los hombres de las clases altas frente a la agresiones que podían sufrir sus hijas y esposas. Habitualmente, los tribunales han prestado poca atención a lo que pudiera ocurriles a las mujeres de clase trabajadora, y por consiguiente, el número de hombres blancos procesados por violencia sexual infligida a estas mujeres es extraordinariamente reducido".