En
los últimos días, gran parte de mi círculo de mujeres está mal.
Cuando digo mal, me refiero a que están agobiadas, cansadas,
asustadas, deprimidas, derrotadas. Y estoy más que segura de que no
le ocurre sólo a mi gente. Es algo común, la tristeza en las
jóvenes es algo común hoy en día.
Muchas
acaban los estudios, septiembre está a la vuelta de la esquina, y
piensan que en este país no hay sitio para ellas, que no van a tener
trabajo. ¿Qué hacen? ¿Buscan curro? ¿Aceptan algo precario?
¿Empiezan otros estudios? ¿Se van al extranjero? Muchas buscarán y
aceptarán algo precario, porque en su casa lo necesitan y no les
queda otra, otras ni un curro precario encontrarán. Algunas
empezaran curso nuevo, las que se lo puedan permitir.
Desgraciadamente, muchas de las que quieran seguir estudiando, no van
a poder, pues en su casa no llegan a fin de mes, y no les van a dar
beca, los recortes dificultan el acceso de las hijas de las obreras
al sistema educativo. Otras en estos días cogerán un avión,
seguramente tienen más posibilidades de encontrar un empleo precario
en el extranjero, y ya de paso aprenden inglés. Muchas de ellas se
van tristes, no se van a vivir una aventura, muchas se van porque no
les queda otra, porque en este país no hay sitio para ellas.
Demasiadas
están superadas por lo que supone el verano. Si, ese verano súper
divertido de los anuncios de cerveza de la tele, para muchas es un
suplicio. El hecho de llevar menos ropa, de enseñar nuestros
cuerpos, provoca inseguridades y aumenta los complejos. El bombardeo
de odio e insatisfacción hacia nuestros cuerpos es constante, y
nuestra mente acepta aún menos esa celulitis, esas piernas gordas,
ese culo enorme, esos brazos de camionera, esos pelos de marimacho,
esa tripa de foca, esas tetas demasiado pequeñas, o demasiado
grandes, y un largo etcétera, pues estos complejos se agrandan al
tener que mostrarnos con menos ropa debido a la calor y al aumentar
nuestra vida social durante esta época del año. Cito textualmente a
Beatriz Gimeno: “una mujer que no se gusta a sí misma no puede ser
libre, y el sistema se ha encargado de que las mujeres no lleguen a
gustarse nunca”.
Un
montón de ellas se sienten solas, el amor romántico y sus
consecuencias son crueles. Son mujeres fuertes, muy fuertes, pero no
son inmunes a las consecuencias de la toxicidad de las relaciones de
hoy en día. Están en proceso de empoderamiento, de aprender a estar
solas, de superar la dependencia hacia su última pareja, de
encontrar el valor de la soledad, de no envidiar a la novia de su ex,
de saber alegrarse por la amiga que le va genial con su novio, por
sobrellevar esa relación que tienen tóxica son su compañero, y un
largo etcétera. Pero todo esto cuesta, pues el sistema nos inunda de
elementos para que pensemos todo lo contrario. Pelis, series, libros,
nuestra educación, nuestras conversaciones con nuestros círculos
sociales y familiares, todo ello está impregnado de mensajes como:
encuentra a alguien que te quiera para no ser una solterona, si
sigues así nadie te va a aguantar, vas a ser una amargada, vas a
morir sola, el amor lo es todo, busca tu media naranja, y demás
basura disney. Nos dicen que el amor da sentido a la vida, entonces
las que no lo tienen, sufren buscando sentido a su existencia, y
envidian a las que tienen amor, y a las que no lo necesitan pues su
vida tiene sentido sin él. Marcela Lagarde escribe: “nos han
enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones,
miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en
la construcción de la autonomía”, y cuánta razón tiene.
Una
gran cantidad de mujeres no llegan a fin de mes, sus condiciones
económicas no les permiten vivir en calma, pues no tienen para
comer, para la luz, para el alquiler, para las medicaciones de su
madre, para la residencia de su abuela, para independizarse. Muchas
veces el independizarse no es un capricho, pues no debemos olvidar
que la familia no se elige, y muchas veces la convivencia con
nuestros “seres queridos” es insoportable.
Y
por último, y no por ello menos importante, a todas nos duele el
alma, pues los maridos, los ex, los novios, los compañeros, los
padres, las parejas de nuestras semejantes, están asesinándolas con
total impunidad. Además las matan por ser mujeres, y lo sabemos, y
eso es lo que más nos repatea en las entrañas. Vemos como el
machismo campa a sus anchas en nuestra sociedad, en nuestras vidas,
en nuestro día a día, y sabemos que a estas mujeres las han matado
los machistas. Pero nadie hace nada. Esta sociedad patriarcal nos desgarra el corazón y a nosotras nos tortura la impotencia.
Todo
esto, provoca ansiedad, insomnio, apatía, malestar, ira, falta de
control de una misma, las emociones nos desbordan, la vida nos pesa.
Yo
no me libro de lo que acabo de escribir, además tengo una enfermedad
reumática crónica. Muchas como yo, lidian día a día con lo
anterior descrito, y además no tienen salud. Muchos médicos no te
hacen caso, curiosamente hombres la mayoría, las mujeres somos unas
quejicas y unas exageradas, las jóvenes unas vagas, muchos lo dicen,
la mayoría lo piensan. La tristeza que produce todo lo que pone más
arriba, se suma a que un síntoma de mi enfermedad es la depresión,
y convivo con ella y con las limitaciones que la fibromialgia impone
en mi vida.
Pero esta larga tarde de domingo me ha hecho ver que tengo mucha suerte, que soy una afortunada. Sí, y muchas de estas mujeres
también, pues tenemos al feminismo. Feminismo es igualdad, alegría,
liberación, aprendizaje, superación, empoderamiento,
deconstrucción, cuidados, apoyo. Éstas mujeres son compañeras,
amigas, hermanas. Me escuchan y les escucho. Cada día nos conocemos
más, somos compas de trinchera, y las lágrimas de cada una nos
duelen a todas. Ayer escribí a una de ellas, estaba mal, veía todo
negro, y me animó, y me dijo una verdad preciosa: nunca olvides que
no estas sola, que somos manada. Cada día conozco a mujeres nuevas
en esta lucha, cada día aprendo de cada una de ellas, cada día que
paso y trato con muchas voy queriendo y apreciando cosas nuevas de su
forma de ser y de vivir, nos cuidamos, y tenemos claro por lo que
luchamos, pues nos va la vida en ello. Cada día estoy más orgullosa
de las mujeres que van formando parte de mi vida. Cada día creo que
sororidad es la palabra más bonita del mundo.
Anoche
me dio un ataque de ansiedad y acabé en urgencias, pero hoy escribo
esto más alegre que estos días atrás. El sistema heteropatriarcal
capitalista nos quiere tristes, la tristeza implica sumisión,
rendición, obediencia, pastillas para dormir, pastillas para sonreír, pastillas para llorar menos; ya lo dijo Naomi Wolf “una
población tranquilamente loca, es una población dócil”. Desde mi
humilde opinión, debemos dar un sitio prioritario a los cuidados
entre nosotras en el movimiento feminista, si no fracasaremos.
Debemos luchar, luchar por nuestra dignidad, por la igualdad, por
acabar con este asesino y depredador sistema, desde la trinchera de
la felicidad y la diversidad de géneros, cuerpos y sexualidades. La
alegría es siempre revolucionaria, y nuestra venganza es ser
felices.
Irene Adiego.
Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.
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