El término de patriarcado deriva de patriarca, que proviene del griego patriárchees, que significa Patria, descendencia o familia; y archo, que expresa mandato. Este concepto ha evolucionado gracias al feminismo, aunque conservando sus raíces, y puede definirse como una forma de organización social, política, económica y religiosa que se basa en la autoridad del varón y en la dominación masculina sobre la mujer. El patriarcado surge de una toma de poder histórico por parte de los hombres quienes se apropiaron de la vida, la sexualidad y la reproducción de las mujeres, relegando a la mitad de la población mundial a un segundo plano y que siglo a siglo se ha ido perpetuando.
Este sistema lejos de perder su fuerza y su presencia en la sociedad se ha ido transformando y adaptando a los tiempos para poder mantener su estructura de opresión. Con esto nos referimos a la desaparición en algunos países como España, de normas coercitivas contra la mujer en las que se le prohibía por ejemplo disponer de sus bienes o de su sexualidad libremente; lo que no ha impedido que se hayan adoptado nuevas formas de dominación, más sutiles, para mantener el aparato de control que es el patriarcado y que se refleja especialmente en los medios de comunicación, por ejemplo el bombardeo de mensajes que nos imponen cánones de belleza o la rivalidad que se fomenta entre las propias mujeres, y en las instituciones.
Con independencia del país en el que vivamos los hombres ocupan casi en exclusiva (por no decir exclusivamente) los puestos clave del poder político, económico, social, religioso y militar, acaparando tanto la esfera pública como privada de la sociedad. El feminismo tiene como objetivo replantearse el funcionamiento de esos poderes y destruirlos, para visibilizar y valorar el trabajo de las mujeres que el patriarcado lleva siglos esforzándose en ocultar.
Este sistema tiene además una estrecha relación con el machismo y la dominación sexual del hombre. Esta dominación da lugar a lo que se conoce como “cultura de la violación”, donde se culpabiliza a la víctima y se protege al agresor. En esta cultura las decisiones sexuales de las mujeres importan poco o nada, y menos aun sus necesidades y gustos sexuales.
El patriarcado reafirma las masculinidades y los privilegios de los hombres, dándoles a estos un papel protector, poderoso y sentimentalmente insensible, asignándoles la producción de bienes y servicios y el papel de “cabeza de familia”, y alejándole de la reproducción y las tareas de cuidados, responsabilizando de ellas a las mujeres.
El patriarcado sostiene además de los mecanismos sexistas y machistas que, por el hecho de no nacer varón, el maltrato sexual, físico y psicológico. Nos cosifican en los medios de comunicación y comercializan con nuestro cuerpo, nos crean menos oportunidades académicas y laborales que a los hombres, nos pagan menor salario que a nuestros compañeros varones, sufrimos el maltrato y abandono por parte de las instituciones y estamos infrarrepresentadxs en la medicina, la historia, la legislación, la política, y el mundo empresarial.
Además es importante recordar que el patriarcado no solo sustenta el machismo y la opresión hacia las mujeres, también sostiene el capitalismo, la discriminación hacia otros grupos según la clase social, el color de piel, el origen étnico o la preferencia sexual que tengan.
Todxs formamos parte y estamos educados por y en el patriarcado y todxs tenemos la responsabilidad de deconstruirnos, replantearnos todo lo que nos han enseñado desde pequeñxs, los roles que nos han asignado, e intentar demolerlos para ser realmente libres.
Tanta vuelta. El patriarcado la consecuencia de la confesión de la mujer de la paternidad de los hijos de esta, a cambio de manutención. Lo que se conoce en las religiones como pecado original. Eso es todo.
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