lunes, 30 de noviembre de 2015

No soy tu bicho raro, soy una persona

A menudo me despierto con la sensación de ser la persona más falsa que ha pisado esta tierra.

Miro mi cuerpo y veo mis tetas, mi coño, mis piernas peludas y ese horrible bigote. Y pienso: “esto no me representa, esto no me hace feliz, esto no soy yo”.

Nunca se me ha pasado por la cabeza querer transicionar. Los penes me aterran, aún no sé por qué, y tener uno sería mi peor pesadilla hecha realidad. Además, mis tetas me gustan. Son un par de bolitas antiestrés preciosas, con esas aureolas tan rositas y esos pezones tan en punta.  Pero ver mis piernas peludas, por mucho que exista la posibilidad de depilarlas y me guste la sensación de acariciarlas y notarlas tan suaves… es horrible. No me gusta tener anclado en la cabeza ese pensamiento de que una mujer no puede ser peluda, porque yo no soy una mujer. Tampoco soy un hombre. Pero no me gusta ningún género y ninguna etiqueta me llama realmente la atención. He pensado muchas veces pasar de etiquetarme, hacer caso a todes mis amigues que me dicen que no las necesito, ser un alma libre… pero la verdad es que necesito esa etiqueta. Necesito sentirme válide, saber que no soy la única persona que se siente así. Y lo sé, sé que hay más como yo, no estando a gusto con su cuerpo ni con su género. Pero necesito esa palabra que me defina, aunque luego no vaya a utilizarla y aunque nunca vaya a salir del armario del género.

Sé que es probable que sean imaginaciones mías, que yo le dé muchas vueltas… pero cuando digo que no me traten de ‘ella’, la gente parece evitar cualquier palabra que tenga género, como si estuviese inventándome cosas. ¿Pero no se basa en eso el mundo? ¿En inventar cosas nuevas? ¿En adaptarse a los tiempos? ¿Por qué cuesta tantísimo añadir un nuevo pronombre para que unas pocas personas nos podamos sentir válides? ¿Tan poco respeto hay por los sentimientos de los demás? ¿Tan poco valgo yo para mis amigues, que en ocasiones me han llegado a decir que soy “antinatural”, “un error de la naturaleza si hablamos desde el punto de vista científico”? ¿Desde cuándo me he convertido en un experimento?

No obstante, aunque hay más días malos que buenos, siempre hay algo que me agarra, aunque sea muy ligeramente, a este mundo. Siempre consigo leer algo que me hace sentir que, aunque es un día de mierda, tal vez mañana no lo sea y el mundo haya aprendido. Muchas veces eso no ocurre y me encuentro peor. A veces esto dura semanas y mi sonrisa es tan falsa que duele. Pero hay gente como yo, hay gente que sabe lo que es y hay gente que me apoya. Que nos apoya. Hay razones para creer en un mañana mejor que espero que llegue pronto. Hay razones para sentirte válide. Así que, quédate conmigo y cree en ese mañana, porque de verdad, va a llegar. Está llegando.

martes, 17 de noviembre de 2015

El monstruo puede despertar en el momento menos pensado


El monstruo puede despertar en el momento menos pensado. Ya te avisan cuando terminas la terapia, que nunca bajes la guardia, que esto no se cura, sino que simplemente se convive con ello aletargado en algún punto indeterminado entre las neuronas y las costillas y el estómago. Bueno, esto último no te lo dicen así, tal cual, pero es como yo me lo imagino y lo siento. Así son los trastornos alimentarios. Como decía, el monstruo puede despertar en el momento menos pensado. El mío lo hizo hace dos o tres semanas, en una visita al médico para algo que no tiene nada que ver con mi trastorno adolescente. De hecho, mis médicos actuales ni siquiera saben que fui anoréxica. En fin. El médico me pesó, y pesarse es algo tabú para mí desde hace muchos, muchos años. No importa que saliera de terapia, no importa que ya estuviera bien. Yo no me peso, o al menos no a mitad del día, vestida y delante de otra persona que pueda juzgar ese peso. Yo me peso muy raramente, y cuando lo hago es siempre recién levantada, desnuda, y cuando pienso que mi peso no va a superar el número que me hará sentir mal. Podría haberle dicho al médico que no quería pesarme, o que me pesara pero no me dijera cuánto peso. Pero eh, yo ya estoy recuperada desde hace años, quiero sentirme funcional y no quiero que este hombre piense que hay algo jodido en mi cabeza.

Pues sucedió que el médico me pesó, después de comer y con ropa (sin zapatos, eso sí), y el número que salió era un kilo más alto de lo que yo pudiera estar dispuesta a permitirme. UN KILO. UN PUÑETERO KILO. Que podría ser por la ropa, porque era después de comer, o simplemente porque sí. UN KILO. Sí, sé racionalizar y sé que no es para tanto. Pero en fin. Salí de la consulta pensando y sintiendo ese puñetero kilo. Lo comenté con mis amigos y mi familia, como para quitarle importancia, “¿Pues sabes que me han pesado hoy y resulta que estoy lo más gordita que he estado nunca? Jeje”. Pero aunque intentara racionalizarlo y silenciarlo, el monstruo había despertado.
Hace varias semanas de eso, tal vez ya un mes. Desde entonces me he encontrado evitando los carbohidratos para merendar y culpándome por no comer toda la fruta que según mis estándares debería estar comiendo. Me he sentido culpable al comer patatas con la cena. He tomado té sin azúcar y sin leche a pesar de querer un café con leche y azúcar, convenciéndome de que realmente era lo que me apetecía. Pero no nos engañemos, un té sin leche y sin azúcar tiene cero calorías. Cero culpabilidad. Y eh, soy feminista. Estoy súper concienciada de que mi cuerpo es un campo de batalla, de que el patriarcado me está bombardeando para hacerme desaparecer. Pero eso no ayuda. Eso te hace sentir aún más culpable. Culpable por estar comiendo cuando tu cabeza te dice que no lo hagas; culpable por sentirte culpable por comer cuando sabes que es el monstruo quien habla; culpable por escuchar la voz del monstruo a pesar de tus convicciones feministas. Una espiral sin fin de culpa y malestar.

Anoche me metí en la cama y lloré. Lloré porque me sentía horrible, lloré porque durante semanas he estado pensando que tenía que hacer algo con mi pelo y con mis uñas y con mi piel y con mi ropa y anoche me di cuenta de que ese no era el problema. Es curioso cómo mi mente ha sido capaz de codificar ese kilo de más para engañarme: en vez de hacerme sentir GORDA, sin más, lo cual podría detectar rápidamente como un síntoma de recaída en la anorexia, me hacía sentir incómoda con mi cuerpo, pero de otras maneras supuestamente no relacionadas con mi peso. Me estoy dejando crecer el pelo, así que me miro en el espejo y siento lo inadecuado de la fregona que me cuelga de la cabeza ahora mismo, que todos por supuesto están juzgando. Me miro las uñas, vírgenes, y siento la necesidad extrema de irme a un centro de manicura para que hagan algo con ellas, tan feas, tan vulgares, tan poco cuidadas. Mi ropa me parece desfasada, atascada indefinidamente en una adolescencia demasiado larga que ya hace años que pasó, pero que mi situación vital/laboral/social no me permite ni me invita a abandonar del todo. Tengo un par de granos en la cara, así que en vez de pensar que es porque he estado con la regla mejor pensar que es por tomar demasiado azúcar, y lamentarme por no tener el dinero para ir a hacerme una limpieza de cutis que me deje una piel impoluta. Pero anoche, llorando en mi cama, me di cuenta de que todo venía de UN PUTO KILO DE MÁS. El monstruo ha despertado, y es tan inteligente que sabe disfrazarse de pelo apagado, de uñas vulgares, de ropa inadecuada.

Me gustaría decir que ahora que lo he identificado se ha acabado el problema. Pero ya me lo dijeron muchas veces en terapia hace ya muchos años: los trastornos alimentarios no tienen que ver con tu cuerpo, sino con tu cabeza; nunca se curan, siempre están ahí, latentes; no bajes nunca la guardia, no te confíes. Mi cuerpo es un campo de batalla, y la guerra que me toca luchar es contra mí misma.

Caen bombas sobre Siria. Caen bombas sobre Palestina. Bombardean Ucrania. Bombardean Nigeria. Bombardean Iraq. Disparan bombas mediáticas en la dirección opuesta para que no veamos a los muertos; sólo importa Occidente. Nos inoculan el miedo a bombas calóricas con temporizador en nuestros ombligos esqueléticos para que no levantemos la cabeza y así no podamos ver a los cadáveres que nos rodean; sólo importas tú. Conviértete en esqueleto andante, debilítate hasta poder ignorar todos esos cuerpos mutilados, todos esos cadáveres sin tumbas y todos esos muertos en vida que no tuvieron el privilegio de poder elegir querer matarse.

Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.


lunes, 26 de octubre de 2015

La vez que me agredieron sexualmente



Hola compañeras,
Me hubiese gustado compartir esta experiencia con todas vosotras en el fantástico cineforum que se hizo, pero por desgracia no me pude quedar mucho rato en los debates.

Sucedió en septiembre después de desfasar durante toda la noche, eran las siete de la mañana, había luz e iba por mi calle, quiero recalcar que el camino fue tormentoso porque los desgraciados machirulos estaban especialmente pesados, sufriendo toda clase de piropos por la calle, en fin, estaba a dos números de mi portal, cuando me di cuenta de que una sombra se aproximaba hacia mi, iba a sacar las llaves cuando un tipo se abalanzo sorprendiéndome por detrás y metiéndome la mano debajo del vestido, llegándome a tocar los genitales. Todo sucedió muy rápido, me gire y le enganche de la cara, era un tipejo de unos cuarenta o cincuenta años, bajito y que no imponía nada físicamente, nada más enfrentarme a él, se le cayeron los cojones al suelo y se echo a correr, en ese momento estaba tan cabreada que le empecé a seguir y a proferirle toda clase de insultos, el muy desgraciado aun tuvo unos segundos para volverse y hacer un gesto para que dejara de gritar cosa que le salió mal ya que yo continué gritando para que supiera el infraser que era.

Cuando desapareció de mi calle, regrese hacia mi casa, se lo dije a mi madre y después se lo conté a mi novio y a dos compañeras de confianza, luego me eche a dormir y seguí haciendo mi vida.


Pero eso es lo realmente difícil, seguir haciendo tu vida. Te das cuenta de que has sido deshumanizada de una manera brutal. A ese desgraciado le daba igual que fuera de izquierda o de derecha, si era menor o mayor, si era madre o hija, si tenía sueños y metas, simplemente me vio como una presa fácil a la que atacar y sacar beneficio. Y es una mierda. Aunque haga auto defensa, aun no me siento tan empoderada como yo quisiera, ahora me da más pánico de lo normal volver a casa sola y si tengo un tío cerca que no conozco, me pongo muy nerviosa, que sepas que este sistema legitima, de forma sibilina, estas acciones, desmoraliza bastante.

Respecto a cómo actuar ante una agresión así, no sé si volvería a reaccionar, yo os animo a que lo hagáis, ya que la mayoría de agresores, como este mequetrefe, no están muy seguros y a la mínima que manifiestas resistencia se acojonan, si no reaccionáis, no pasa nada, es muy difícil saber qué hacer y es una situación muy chunga, ya os digo que a mí me salió de forma automática, tal vez es que estoy haciendo auto defensa y eso, muy en el fondo, me empodera.

Os animo a contarlo y que sepáis que no estamos solas, que si nos tocan a una, nos tocan a todas.

Violeta.



Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.


martes, 6 de octubre de 2015

Depílate guarra

Desde bien pequeñas tenemos asumido que cuando entremos en la preadolescencia comenzaremos a depilarnos, es algo que no te cuestionas, es uno de los pasos de hacernos mayores, quitarnos los pelos que van a empezar a salir en nuestro cuerpo, algo completamente natural al fin y al cabo. Las mayores se depilan, y es hasta algo divertido, según los anuncios de la tele, además hay opciones para todos gustos y precios.

Recuerdo que tenía unos 12 años, y llegó ese primer día de primavera en el que ya usas prendas cortas debido a la calor, faldas, vestidos o shorts, al gusto de cada una vaya. Me había comprado mi madre la famosa crema depilatoria Veet, ella no quería que la usara, me decía que eran suaves, que me los recortara y ya me daria el sol, que con esa crema me saldrían más y más fuertes. Yo no le hice caso (cuántas veces me arrepiento de ello) yo no podía permitir llevar un sólo pelo en mis piernas, daría asco a la gente. Desde el verano anterior llevaba pelitos en las axilas, y la gente me había hecho comentarios burlescos, que me habían hecho sentir mal, así que este verano no pensaba llevarlos, y quería quitarme los de las piernas.

Pasé varios años a base de cuchillas y cremas depilatorias, además es que era peluda (y aunque sorprenda no es una mala palabra), pero me apañaba para que no se me viera un pelo y no perder mi “feminidad”.

Mi calvario con los pelos comenzó a los 18 años, ya no era un bello controlable, en unos pocos meses mi tripa, mis ingles, mis piernas y mi trasero tenían mucho pelo, y un pelo fuerte, en algunas zonas parecía púbico. Me cogí asco, no me podía mirar a mi misma, parecía un HOMBRE, un OSO, una MARIMACHO. Se juntó con una época bastante asexual, ni ligaba ni quería ligar, había salido de una relación bastante larga y tóxica, sólo quería divertirme con mis amigas, no quería saber nada de chicos. Aún así, en dos años con los tres tíos que me lie lo pasé realmente mal, no quería que vieran mi cuerpo peludo, me repudiarían. Siempre andaba tapándome, me pegué dos veranos sin ir a la piscina (me encantaba y me encanta ir), tenía pánico de que alguien viera como era realmente, no parecía una VERDADERA MUJER.

El segundo verano de mi época yeti (me gusta denominarla así cariñosamente) se lo conté a mi madre, no le había dicho nada, y eso que tenemos una relación genial, pero hasta vergüenza me daba que ella viera mi cuerpo peludo. Se lo conté porque no podía más, había dejado de depilarme, ya que las cremas y las cuchillas eran contraproducentes, aumentaban mi vello, comenzaba a salir al día siguiente y además me causaban irritaciones y picores (tengo la piel muy sensible y el pelo era realmente fuerte), y ya no podía más del asco que me daba.

Mi madre intentó convencerme para ir a una esteticién, ya que no nos podíamos permitir económicamente el láser, allí me quitarían el pelo bien y sería mas duradero. Yo me negué. No podía consentir que alguien me viera así, antes prefería que me tragara la tierra. Ella hizo todo lo que estuvo en su mano para solucionarlo. Primero lo intentó con la cera, un par de veces cuando era más cría fuí a dos centros de estética diferentes y me habían hecho muchísimo daño, tengo el umbral del dolor bajísimo, y tenía pánico de volver a intentarlo con la caliente. No podía soportarlo, en zonas usábamos caliente, en otras fría, pero sangraba, era un pelo muy fuerte y mi madre no sabía depilarme bien y daba los tirones mal. Fueron experiencias verdaderamente torturadoras. Me compró una de estas maravillosas máquinas que anuncian, que parece por el anuncio que en vez de arrancar el pelo de raíz te va a dar un masaje relajante, que lleva hielo y de todo... ¡y una mierda! Soy demasiado sensible para esa máquina de tortura lo siento.

Se acercó el verano de los 20, y yo no quería más experimentos mortales caseros, y mi madre se negaba también, ella sufría porque veía que me hacía daño. Me convenció para ir a una esteticién, había ido a hablar con ella y le había hablado de mi complejo por el exceso de pelo, de lo fuerte que lo tenía y de mi poco aguante al dolor. Me decidí a ir, muerta de vergüenza, pero fui con mi madre.

A la vez, antes de que llegara el verano, mi madre vino conmigo al médico de cabecera y le comentó “el problema”, pues yo no podía ni verbalizarlo. El me mandó a ginecología, me hicieron análisis y vieron que tenía un desajuste hormonal, que padecía un HIRSUTISMO LEVE. Me mandaron a endocrinologia y comencé a probar bastantes tipos de medicamentos hormonales.

Yolanda, la esteticién, resultó un amor de persona. Me ha ayudado muchísimo a superar mi complejo, y me depila con muchísimo cuidado. Mentiría si dijera que no me hace mal, pero lo puedo soportar, y ella tiene mil atenciones. Gracias a ella, empecé a volver a mirarme, y el verano de los 20 volví a la piscina, y a no darme asco a mi misma, comencé a quererme de nuevo.

La medicación que llevaba cinco meses tomando me rebajó enormemente los niveles de vello, y los médicos me han dicho en varias ocasiones que si la dejo de tomar, volveré a tener los mismos pelos que antes, que es algo crónico, para toda la vida, y que aunque me haga el láser me volvería a salir.

Pero cuando llegó el feminismo a mi vida, comenzó a darme rabia todo esto, la solución ya no me parecía suficiente.

¿Por qué tenía que gastarme 25 euros al mes en medicación para frenar a mis hormonas “masculinas? No me repercuten negativamente en mi salud, simplemente me sale pelo, y el pelo no es malo joder, es mala la mirada de la gente hacia el vello femenino, no el vello en sí mismo.

¿El sistema no puede tolerar que biológicamente me salga de los normas hormonales o qué pasa?

¿Por qué tenía que ir cada mes y medio a dejarme 30 pavos para que me hagan daño, para sentir miedo, para marearme y estar dos días con la piel fatal?

¿Porque las mujeres no podemos tener pelo verdad? Eso es de guarras, eso es de hombres.

Cuando me puse las gafas moradas me di cuenta de que no podía ni quería seguir con ese sufrimiento y ese gasto, de que tenía que ser posible quererme y verme bien con pelos, de que quería aceptarme tal y como era.

En mayo de este año dejé la medicación, ya llevo un año que me depilo las axilas muy de vez en cuando, me ahorro irritaciones, picores y granos, y lo mejor de todo es que me veo bien con mis sobacos peludos, me siento a gusto conmigo misma. El resto del cuerpo me está costando más. A lo largo de este año ando muy relajada, en vez de ir cada mes y medio he ido cada tres meses o así, cuando ya llevo bastante pelo y ya me veo mal, pero cada vez mis visitas a la esteticién son más espaciadas la verdad. La prueba de fuego llegó con el verano, sólo me hecho la cera una vez, conseguí irme a la playa con bastante vello, y me reconcilió bastante con mis pelos, al fin y al cabo era la primera vez que se bañaban en el mar.

Ahora mismo estoy bien así, me gustaría conseguir el no imponerme la obligación de depilarme, pero igual me quedo con esta rutina, que al fin y al cabo es sana, ya no tengo la obsesión que tenía antes, voy de vez en cuando, y no lo hago por los demás, lo hago por mi, me depilo para verme bien yo. De todas maneras mi cuerpo ya lleva mucho tiempo sin hormonas, y la cantidad de pelo está aumentando considerablemente, cada vez salen antes, y mis inseguridades vuelven a hacerse fuertes.

Mientras, los anuncios de depilación nos dicen que con pelos no podemos hacer ningún tipo de plan, es una industria aliada al patriarcado. Que no nos aceptemos a nosotras mismas, que no nos queramos, que estemos mal con nuestros cuerpos, que nos demos asco, beneficia al sistema, ya no sólo económicamente (industria psiquiátrica, de la belleza, de la nutrición, etc.), que también, pero parece que si las mujeres estamos preocupadas por nuestros pelos en las ingles, pensamos menos, o nada vaya. Debemos demostrar que si, que es posible el ser mujeres insumisas y perfectamente depiladas, el ser mujeres “completas aunque tengamos pelos, y el depilarnos porque nosotras queramos, no porque la sociedad machista nos lo imponga con sus crueles y reaccionarios cánones de belleza. Para ser mujer, sólo te hace falta sentirte como tal, no tienes que cumplir ninguna característica impuesta por la sociedad machista y superficial.

Este verano me he sentido muy empoderada y muy orgullosa de mi misma, me dan cada vez más igual las miradas, aunque sé que es una lucha y un trabajo continuo posiblemente de por vida.


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jueves, 24 de septiembre de 2015

Recomendaciones II: "Una habitacion propia" y "Mujeres, raza y clase"

¡Hola a todes!
Os dejamos dos lecturas en las que podéis sumergiros este fin de semana mismo :)

"Una habitación propia" Virginia Woolf


Se trata de un análisis de la historia de las mujeres y su relación con el mundo y con la literatura en particular. Se critican, asimismo, los innumerables obstáculos que las mujeres hemos tenido (y seguimos teniendo) que salvar para emanciparnos y realizarnos como seres humanos en el marco de esta sociedad patriarcal.


El texto es claro y a la vez plagado de metáforas y ejemplificaciones muy elaboradas. Así, Virginia Woolf consigue, son su especial y maravillosa forma de explicar el mundo, convertir un breve ensayo en una verdadera obra de arte. 

Aquí un fragmento de esta imprescindible novela:

"En realidad, si la mujer no tuviera existencia salvo en la ficción que han escrito los  hombres, uno se la imaginaria como una persona de la mayor importancia, muy heterogénea, heroica y mezquina, espléndida y sórdida, infinitamente hermosa y extremadamente horrible, pero tan grande como el hombre, más grande según algunos. Pero ésa es la mujer en la ficción. En la realidad, como señala el profesor Trevelyan, la encerraban, la golpeaban y la zamarreaban por el cuarto"


"Mujeres, raza y clase" Angela Davis





Angela Davis trata de indagar en este libro acerca de las causas que llevaron a que las reivindicaciones de las mujeres negras fueran sistemáticamente invisibilizadas a pesar de sus esfuerzos por articular sus luchas y sus demandas con los otros movimientos políticos que acaparaban el protagonismo y el potencial revolucionario que suponía una alianza con estos. 



Realiza un análisis riguroso, rico y esclarecedor para explicar las estrategias de lucha de las mujeres negras así como los problemas de composición de las diferencias que siguen desgarrando los movimientos políticos actuales

Un fragmento de esta más que recomendable obra:

"En Estados Unidos y en otros países capitalistas, las leyes contra la violación fueron originalmente formuladas para proteger a los hombres de las clases altas frente a la agresiones que podían sufrir sus hijas y esposas. Habitualmente, los tribunales han prestado poca atención a lo que pudiera ocurriles a las mujeres de clase trabajadora, y por consiguiente, el número de hombres blancos procesados por violencia sexual infligida a estas mujeres es extraordinariamente reducido".















viernes, 11 de septiembre de 2015

LA MACHUNA COTIDIANIDAD

Como todas nosotras, tengo un cabreo del quince. Nos están matando y aquí no pasa nada: morimos de forma violenta, “solo” es eso.
Pero como muchos días cuando estoy en la playa, esta tarde, he bajado a Pepo y me he parado en una terraza a leer el periódico. No creo que sea necesario, estoy informada sin necesidad de recurrir a los medios de la caverna, pero algunos días, lo leo para reafirmarme en que esta sociedad está totalmente podrida y de paso, me da el aire.
Y hoy, como otros días un Tipo, el de la mesa de al lado, como otros mucho días( no siempre es el mismo, pero llamémoslos a todos “El Tipo”, por abreviar…) ha pensado que una chica sola en una mesa con un perro, leyendo el periódico y tomando una caña y unas aceitunas lo que en realidad hacía era pedir a gritos que algún cromañón le hable. En ese caso, ella deberá responder con una sonrisa, porque si no, será una borde, una frígida y El Tipo tendrá todo el derecho de decírselo. Vaya que si!
El Tipo: - Hola. Qué tal?
Yo: - Bien, leyendo la prensa (sin levantar la mirada)
El Tipo: - Es que éstos (refiriéndose a los de la mesa de al lado) están hablando de fútbol, no se… 
Yo: - Ya bueno, es que yo estoy a lo mío… 
El Tipo: - Ya veo ya… (tono de mosqueo instantáneo al no lograr el objetivo de que yo le entretenga)
Pasados unos veinte minutos, busco con la mirada de la camarera, una tía guay, con la que tengo cierta complicidad.
Yo:- Lourdes, por fa… cuando puedas te cobras.
El Tipo: - Puedes levantarte y pedirle la cuenta, tú, que “eres tan simpática”
En ese momento, un raudal de rabia me recorre el cuerpo : - ¿ Por qué narices tengo que aguantar esa intromisión en mi intimidad, en mi espacio vital, en mi “momentico”...?
Respiro hondo y miro para otro lado, pero “El Tipo” me grita: - Que antipática eres, la madre que te parió. Seguro que has tenido problemas con algún marido…
Le contesto que sí, que tiene razón, que “he tenido problemas con cuatro maridos”, que me deje en paz, por favor, que no tengo que ser simpática porque él quiera. Que, como ve, soy una borde, así que, que no pierda el tiempo conmigo.
Pero “El Tipo” se siente ofendido en su orgullo machuno y me increpa con voz cada vez de estar más borracho: - Tía fea: que yo estoy casado!!! A ver si te vas a creer que quiero algo contigo!
Con mi enfado le digo: machista, vete a la mierda!
Pero “El Tipo” empieza a soltar mierda por su boca. Mientras, yo espero la cuenta de Lourdes, hasta que escucho: “ voy a llamar al 016, a ese teléfono al que vosotras llamáis para acusarnos a nosotros de ser malos…."
Cuando me levanté, y me puse enfrente de él, brazos en jarra, y vacié el culo de cerveza que quedaba en mi vaso por su cara, El Tipo susurró en voz muuuy baja: - Puta….
Me di la vuelta y le dije a Lourdes que mañana le pagaba. Ella salió del bar gritándole al El Tipo: - Te vas pero ya! Pedazo de cabrón!!!! A las mujeres se les trata como personas, asqueroso!
“Tipos” del mundo entero, asumid de una vez que somos muchas (en este “muchas” incluyo también a los compañeros varones, aunque estoy hasta los ovarios de la binarez de género… ) y que nos queremos vivas, y que NO nos vais a seguir matando.

Blanca Gómez



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jueves, 3 de septiembre de 2015

NUESTRA VENGANZA ES SER FELICES

En los últimos días, gran parte de mi círculo de mujeres está mal. Cuando digo mal, me refiero a que están agobiadas, cansadas, asustadas, deprimidas, derrotadas. Y estoy más que segura de que no le ocurre sólo a mi gente. Es algo común, la tristeza en las jóvenes es algo común hoy en día.

Muchas acaban los estudios, septiembre está a la vuelta de la esquina, y piensan que en este país no hay sitio para ellas, que no van a tener trabajo. ¿Qué hacen? ¿Buscan curro? ¿Aceptan algo precario? ¿Empiezan otros estudios? ¿Se van al extranjero? Muchas buscarán y aceptarán algo precario, porque en su casa lo necesitan y no les queda otra, otras ni un curro precario encontrarán. Algunas empezaran curso nuevo, las que se lo puedan permitir. Desgraciadamente, muchas de las que quieran seguir estudiando, no van a poder, pues en su casa no llegan a fin de mes, y no les van a dar beca, los recortes dificultan el acceso de las hijas de las obreras al sistema educativo. Otras en estos días cogerán un avión, seguramente tienen más posibilidades de encontrar un empleo precario en el extranjero, y ya de paso aprenden inglés. Muchas de ellas se van tristes, no se van a vivir una aventura, muchas se van porque no les queda otra, porque en este país no hay sitio para ellas.

Demasiadas están superadas por lo que supone el verano. Si, ese verano súper divertido de los anuncios de cerveza de la tele, para muchas es un suplicio. El hecho de llevar menos ropa, de enseñar nuestros cuerpos, provoca inseguridades y aumenta los complejos. El bombardeo de odio e insatisfacción hacia nuestros cuerpos es constante, y nuestra mente acepta aún menos esa celulitis, esas piernas gordas, ese culo enorme, esos brazos de camionera, esos pelos de marimacho, esa tripa de foca, esas tetas demasiado pequeñas, o demasiado grandes, y un largo etcétera, pues estos complejos se agrandan al tener que mostrarnos con menos ropa debido a la calor y al aumentar nuestra vida social durante esta época del año. Cito textualmente a Beatriz Gimeno: “una mujer que no se gusta a sí misma no puede ser libre, y el sistema se ha encargado de que las mujeres no lleguen a gustarse nunca”.

Un montón de ellas se sienten solas, el amor romántico y sus consecuencias son crueles. Son mujeres fuertes, muy fuertes, pero no son inmunes a las consecuencias de la toxicidad de las relaciones de hoy en día. Están en proceso de empoderamiento, de aprender a estar solas, de superar la dependencia hacia su última pareja, de encontrar el valor de la soledad, de no envidiar a la novia de su ex, de saber alegrarse por la amiga que le va genial con su novio, por sobrellevar esa relación que tienen tóxica son su compañero, y un largo etcétera. Pero todo esto cuesta, pues el sistema nos inunda de elementos para que pensemos todo lo contrario. Pelis, series, libros, nuestra educación, nuestras conversaciones con nuestros círculos sociales y familiares, todo ello está impregnado de mensajes como: encuentra a alguien que te quiera para no ser una solterona, si sigues así nadie te va a aguantar, vas a ser una amargada, vas a morir sola, el amor lo es todo, busca tu media naranja, y demás basura disney. Nos dicen que el amor da sentido a la vida, entonces las que no lo tienen, sufren buscando sentido a su existencia, y envidian a las que tienen amor, y a las que no lo necesitan pues su vida tiene sentido sin él. Marcela Lagarde escribe: “nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía”, y cuánta razón tiene.


Una gran cantidad de mujeres no llegan a fin de mes, sus condiciones económicas no les permiten vivir en calma, pues no tienen para comer, para la luz, para el alquiler, para las medicaciones de su madre, para la residencia de su abuela, para independizarse. Muchas veces el independizarse no es un capricho, pues no debemos olvidar que la familia no se elige, y muchas veces la convivencia con nuestros “seres queridos” es insoportable.


Y por último, y no por ello menos importante, a todas nos duele el alma, pues los maridos, los ex, los novios, los compañeros, los padres, las parejas de nuestras semejantes, están asesinándolas con total impunidad. Además las matan por ser mujeres, y lo sabemos, y eso es lo que más nos repatea en las entrañas. Vemos como el machismo campa a sus anchas en nuestra sociedad, en nuestras vidas, en nuestro día a día, y sabemos que a estas mujeres las han matado los machistas. Pero nadie hace nada. Esta sociedad patriarcal nos desgarra el corazón y a nosotras nos tortura la impotencia.

Todo esto, provoca ansiedad, insomnio, apatía, malestar, ira, falta de control de una misma, las emociones nos desbordan, la vida nos pesa.


Yo no me libro de lo que acabo de escribir, además tengo una enfermedad reumática crónica. Muchas como yo, lidian día a día con lo anterior descrito, y además no tienen salud. Muchos médicos no te hacen caso, curiosamente hombres la mayoría, las mujeres somos unas quejicas y unas exageradas, las jóvenes unas vagas, muchos lo dicen, la mayoría lo piensan. La tristeza que produce todo lo que pone más arriba, se suma a que un síntoma de mi enfermedad es la depresión, y convivo con ella y con las limitaciones que la fibromialgia impone en mi vida.

Pero esta larga tarde de domingo me ha hecho ver que tengo mucha suerte, que soy una afortunada. Sí, y muchas de estas mujeres también, pues tenemos al feminismo. Feminismo es igualdad, alegría, liberación, aprendizaje, superación, empoderamiento, deconstrucción, cuidados, apoyo. Éstas mujeres son compañeras, amigas, hermanas. Me escuchan y les escucho. Cada día nos conocemos más, somos compas de trinchera, y las lágrimas de cada una nos duelen a todas. Ayer escribí a una de ellas, estaba mal, veía todo negro, y me animó, y me dijo una verdad preciosa: nunca olvides que no estas sola, que somos manada. Cada día conozco a mujeres nuevas en esta lucha, cada día aprendo de cada una de ellas, cada día que paso y trato con muchas voy queriendo y apreciando cosas nuevas de su forma de ser y de vivir, nos cuidamos, y tenemos claro por lo que luchamos, pues nos va la vida en ello. Cada día estoy más orgullosa de las mujeres que van formando parte de mi vida. Cada día creo que sororidad es la palabra más bonita del mundo.


Anoche me dio un ataque de ansiedad y acabé en urgencias, pero hoy escribo esto más alegre que estos días atrás. El sistema heteropatriarcal capitalista nos quiere tristes, la tristeza implica sumisión, rendición, obediencia, pastillas para dormir, pastillas para sonreír, pastillas para llorar menos; ya lo dijo Naomi Wolf “una población tranquilamente loca, es una población dócil”. Desde mi humilde opinión, debemos dar un sitio prioritario a los cuidados entre nosotras en el movimiento feminista, si no fracasaremos. Debemos luchar, luchar por nuestra dignidad, por la igualdad, por acabar con este asesino y depredador sistema, desde la trinchera de la felicidad y la diversidad de géneros, cuerpos y sexualidades. La alegría es siempre revolucionaria, y nuestra venganza es ser felices.



Irene Adiego.

Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.

















viernes, 28 de agosto de 2015

Verano, fiestas y fiestas de los pueblos. Lugares en los que todo vale.

Estiu, borinas y fiestas d’os lugars. Puestos an que tot vale.

(La compañera que nos ha enviado esta aportación lo ha hecho en lengua aragonesa. A continuación, abajo tenéis la traducción al castellano)

A radiz de leyer un articlo d’iste blog sobre l’impacto que suposa salir d’os roldes feministas, me fació alcordar-me d'un suceso que m'ocurrio en Huesca en San Lorenzo. Decidié d’ir con una amiga a pasar a nueit de borina a Huesca, pero ya se sabe que en ista mena de puestos bi ha chent de toda mena y por un regular con no guaire conciencia feminista. Yeranos ya en o preto d’a nueit en una plaza a rebutir de chent an son os bars y meten mosica en a carrera. Querebanos pasar más enta debant en a plaza y yo iba debant d’a mía amiga. Manimenos uns zagals con supuesta amabilidat me cedioron o paso y con ixa enchaquia uno d'ells (nose qui porque yeran a la mia esquena) aprofeito ta tocar-me o culo con toda la suya man, pizco incluyido. A l'inte yo me torne y le fotié empentones, insultos y un lapo y ells facioron lo mesmo y le facié un atro lapo a l'atro amigo que tamien m'increpaba. Suposo que ixe lapo facio mal no nomas en a suya cara sino tamien en o suyo argüello de masclo y me fotio un atro lapo a yo, en ixe inte ya se heba feito un redolin arredol nuestro y como a cosa se tornaba en pelea porque yo dimpués d'o suyo lapo encara me metié más carranyada, un zagal me suchetó y los atros marchoron. Dimpúes pare cuenta que cacegue d'a mia orella uno d'os mios pendients que salto con o lapo en a cara que me fació o masclista. Tamién cal decir que os zagals que aturoron a pelea dimpués s’acercoron a nusatras y mos dicioron que heba feito muito bien en abatanar-los porque ells se meteban en o mio puesto y no tien chustificación tocar a una persona sin o suyo consentimiento.  Cuento que ta os mesaches que me tocoron o culo no sería a primer zalaga d’a nueit a la le’n feban pero aspero que si la zaguera.

En zaguerías se ye charrando muito de l’acoso que sufren diariament as mullers con os supuestos “piropos y afalagos” que reciben involuntariament por a carrera ¿Pero que pasa quan l'acoso en cuentas de verbal pasa ta l'acoso fisico? Con a enchaquia d'estar de borina, de que a plaza ye a rebutir y la chent ye zorriza bi ha chent que aprofeita ta pasar ixa muga de l’acoso verbal enta l’acoso fisico dreito. Isto antimas de fer-nos plateyar-nos que pasa quan sales d'a tuya bombolla feminista, fa reflexionar de que podemos fer debant d'un acoso masclista d’ista mena (fisico) pero que no ye guaire grau como ta tener consecuencias legals. O sentimiento d'impotencia y a rabia de que t'haigan tocau o culo u as popas sin o tuyo consentimiento mos fa reaccionar de diferents trazas, yo nunca no m'arrepiento d'as mias reaccions pero se que tien un risque. Si fotes un lapo, un insulto u te carranyas con os acosadors bi ha chent que se te mira como si estases barrenada u estases una desaxerada, porque que te metes asinas porque nomas t’haigan tocau o culo. D’atra man sin no fas cosa, en primeras te trobas mal porque has sentiu invadida a tuya dignidat e intimidat y te trobas como un obcheto pero antimás parixe que sigas dando o tuyo consentimiento y no se fa veyer a os acosadors que o suyo acto ye reprobable. ¿Que se puet fer debant d'isto? Yo cuento que no bi ha nomas una solución, pero ye platero que a solución siempre pasa por l’empoderamiento, por contimostrar d’una traza u atra (seguntes a personalidat de cada una) que yes en desacuerdo con ixe acoso. Isto mos contimuestra que encara queda muito camin que caminar debant d’o patriarcau y que cal deseducar conductas que son encara socialment aceptadas, como fer-lo ye una reflexión que cal fer.....


A raíz de leer un artículo de este blog sobre el impacto que supone salir de los círculos feministas, me hizo acordarme de un suceso que me ocurrió en Huesca en San Lorenzo. Decidí ir con una amiga a pasar la noche de fiesta a Huesca, pero ya se sabe que en este tipo de sitios hay gente de todo tipo y normalmente no con mucha conciencia feminista. Estábamos ya en mitad de la noche en una plaza repleta de gente donde están los bares y ponen música en la calle. Queríamos pasar más adelante en la plaza y yo iba delante de mi amiga. Sin embargo, unos chicos con supuesta amabilidad, me cedieron el paso y con esa excusa uno de ellos (no se quien porque estaban detrás de mí) aprovechó para tocarme el culo con toda su mano, pellizco incluido. En ese momento yo me volví y le empujé, insulté y le di un bofetón y ellos hicieron lo mismo y le pegué un bofetón al otro amigo que también me increpaba. Supongo que ese bofetón le dolió no sólo en su cara sino también en su orgullo de macho y me pegó otra bofetada a mi, en ese momento ya se había hecho un círculo alrededor nuestro y como la cosa se convertía en pelea porque yo después  de su bofetada todavía me enfadé más, un chico me sujetó y los otros se fueron. Después me di cuenta de que perdí de mi oreja uno de mis pendientes que salto con el bofetón en la cara que me dio el machista. También hay que decir que los chicos que pararon la pelea después se acercaron a nosotras y nos dijeron que había hecho muy bien en pegarles porque ellos se ponían en mi lugar y no tiene justificación tocar a una persona sin su consentimiento.  Creo que para los chicos que me tocaron el culo no sería la primera chica esa noche a la que se lo hacían, pero espero que si la última.

Últimamente se está hablando mucho del acoso que sufren diariamente las mujeres con los supuestos “piropos y halagos” que reciben involuntariamente por la calle ¿Pero que pasa cuando el acoso en vez de verbal pasa al acoso físico? Con la excusa de estar de fiesta, de que la plaza esta hasta los topes y la gente va borracha hay personas que aprovechan para pasar esa frontera del acoso verbal hacia el acoso físico directo. Esto además de hacernos plantearnos que pasa cuando sales de tu burbuja feminista, hace reflexionar de que podemos hacer ante un acoso machista de este tipo (físico) pero que no es lo suficientemente grave como para tener consecuencias legales. El sentimiento de impotencia y la rabia de que te hayan tocado el culo o las tetas sin tu consentimiento nos hace reaccionar de diferentes formas, yo nunca me arrepiento de mis reacciones pero se que tienen un riesgo. Si pegas, insultas o te enfadas con los acosadores hay personas que te miran como si estuvieses loca o fueses una exagerada, porque te has puesto así sólo porque te han tocado el culo. Por otro lado, si no haces nada, en un principio te sientes mal porque has sentido invadida tu dignidad e intimidad y te sientes como un objeto, pero además parece que estés dando tu consentimiento y no se hace ver a los acosadores que su acto es reprobable. ¿Que se puede hacer ante esto? Yo creo no hay una sola solución, pero esta claro que la solución siempre pasa por el empoderamiento, por mostrar de una forma u otra (según a personalidad de cada una) que estas en desacuerdo con ese acoso. Esto nos demuestra que todavía queda mucho camino que andar ante el patriarcado y que hay que deseducar conductas que son todavía socialmente aceptadas, como hacerlo es una reflexión que tenemos que hacer.....


Silvia Cebolla.


Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.


viernes, 21 de agosto de 2015

RECONOCE QUE TÚ TE LO HAS BUSCADO




Con 17 años yo no tenía mucha idea de feminismo, tenía muy poca autoestima y unas ganas de descubrir el sexo que no podía con ellas. Hablaba con mis amigas sobre lo maravilloso que sería probarlo por mi misma; y aún siendo víctima confesa del amor romántico, tampoco soñaba con un príncipe azul “que me desvirgase” (nótese las comillas, puesto que actualmente no creo que ningún miembro fálico tenga tal poder sobre mí). Para mí, una aventura de una noche con una persona respetuosa y empática me parecía igual de lícita que una estancia llena de pétalos y velas con tu novio de toda la vida. Está opinión, sin embargo,  no era muy aprobada por mis compañías de entonces, pero como con la mayoría de pensamientos de aquella época, me la guardaba para mí. Quizás fue por eso que la culpa se intensificó tantísimo.

 Corría el mes de Febrero cuando recibí una invitación para asistir a una fiesta de cumpleaños en un pequeño local. La fiesta prometía, el entorno era seguro y mis ganas de evadirme alcohólicamente de mi situación sentimental de aquel entonces marcaron el sí definitivo.

El comienzo de la fiesta se desarrolló con normalidad, gente hablando y bebiendo, regalos y muchas risas, los cubatas volaban con ansia pero no con mayor asiduidad  que otras noches. Los camareros eran guapetes y recuerdo mi interés por uno de ellos, con el que mi amiga y yo mantuvimos una ligera charla en la barra, tras la cual me sentí algo asqueada por su actitud chulesca. Dos bailoteos sobre la pista y BAM, el resto de la noche en blanco.


Mi primer recuerdo al despertarme la mañana siguiente fue mi vuelta a casa, recuerdo vagamente mis bamboleos de un lado al otro de la acera, el frío, el sonido de mis sollozos y las convulsiones de mi cuerpo con cada uno de ellos. Recuerdo también que una chica se acercó a preguntarme si estaba bien y si necesitaba ayuda.

Intenté hacer memoria de lo sucedido mientras me levantaba a examinar mi aspecto. Al intentar incorporarme sentí por primera vez mi cuerpo con toda crudeza, la cabeza estaba a punto de explotarme, mi cuerpo apenas respondía y me dolía más a cada paso. Jamás había tenido una resaca así, a pesar de haber consumido las mismas cantidades de alcohol que otras noches.

Seguí examinando mi cuerpo con detenimiento. Al destapar mi torso, descubrí dos grandes moratones en sendos brazos, uno de ellos abarcaba toda la mitad superior de mi extremidad. Seguí bajando por mi cuerpo y descubrí algunos moratones más discretos repartidos por otras zonas. Seguí y seguí… hasta que finalmente me di cuenta, una mancha de sangre en mis bragas.

El recuerdo me vino como una jarra de agua fría: un cuerpo abatiendo el mío, penetrándome hasta hacerme sentir el frío canto de las escaleras en mi espalda; y a continuación, la visión de mi propio brazo empujando a ciegas su hombro lejos de mí. 5 segundos que no se me borrarán de la mente en la vida.

El resto de recuerdos vinieron con cuentagotas: el cuerpo pertenecía al camarero chulesco,  me había caído por las escaleras del local y todo apuntaba a que me la hubiese metido sin condón.

El resto de datos me fueron aportados por los asistentes a la fiesta los días siguientes, tras los cuales yo guardé casi absoluto silencio. Me contaron que estuve desaparecida mucho rato. Descubrí que mis amigas lo notaron muy enfadado cuando regresó al local (quiero creer que mis escasos forcejeos en mis momentos de lucidez le impidieron correrse a gusto  dentro de mí). También averigüé que la amiga que me acompañó en mi charla con él, había creído ver que nos echaban polvos en la bebida, pero que no había dicho nada porque no quería parecer paranoica; eso podía explicar la resaca.

Mi mente no quería creer lo que había pasado y la culpa y la angustia se hicieron mis dos grandes amigas. Era yo la que había dicho que quería “perder la virginidad”, era yo la que había querido beber aquella noche, era yo la que en una primera instancia se había sentido atraída por el camarero y tras 48h no había forma humana de probar la presencia de droga en mi sangre, con lo que todo se reducía a una simple teoría. Sentí que era MI culpa haberme salido del redil de la buena chica y sentí que aquella mancha en mi ropa interior manchaba mi estigma, mi valía, mi memoria. Había pasado a ser “aquella chica que perdió la virginidad borracha”, o lo que yo no quería admitir, “aquella chica que había sido violada”.

Dos días después busqué consuelo en dos compañeras de clase y les confesé lo sucedido. Una de ellas me abrazó y yo esperé expectante la opinión de la otra chica,  puesto que al tener una estética punk, mi inexperiencia de aquel entonces me llevó a pensar que sería una tía liberada y sin prejuicios. Ella me miró impasible y me dijo “Hombre… ibas borracha, reconoce que tú te lo has buscado”. Allí estaba la confirmación de todos mis temores y el comienzo de lo que se convertiría en los peores meses de mi vida. Meses de huir del sexo, de llorar con él y de forzarme a follar por aparentar que nada había pasado; meses en los que construí una mala relación con mi sexualidad.

Me llevó muchos años dejar atrás la culpa, la autoflagelación y el silencio. Mis relaciones sexuales aún transcurrido mucho tiempo eran deprimentes y llenas de fantasmas (la cara de aquel chico me acompañó muchos años). Mi introducción en el feminismo me hico llamarlo por su nombre: Violación. Sea incómoda o no la palabra, es lo que sucedió, y me hizo falta leer sobre la cultura de la violación para darme cuenta de que todo lo que había sucedido no había sido por mi culpa. Doy gracias por tener grandes compañeras de lucha que escucharon mi historia y me enseñaron la palabra. Una palabra que escuece, incomoda, estigmatiza y aterroriza, pero que da una fuerza arrolladora para derribar esos cimientos de mentiras que te has estado repitiendo durante años. La angustia es inherente al recuerdo,  pero cuando la culpa te abandona, te liberas.

Ahora escribo desde mi yo guerrera, la que no quiere ser víctima, la que se ha cansado de sentirse rota, débil y sucia. Soy consciente de que vivo en una sociedad que me inculca el miedo a caminar sola de noche y ahora sé de sobras cuáles son las consecuencias; pero hace tiempo tomé la decisión de no quedarme en casa y permitir que todo aquello a lo que aspiraba se viese ultrajado por un gilipollas. Un falo no me define como persona, no marca quién soy ni lo que represento; soy yo la que me defino con cada acción, reflexión y elección que hago; soy Yo siendo Yo lo que me mantiene viva.


Desde aquí animo a todas las víctimas de una situación similar a la mía a alzar vuestras voces y hacer oír vuestras historias, pero también a sentiros libres de no vivir una vida dedicada al recuerdo de un único suceso; salid a la calle, cread nuevas historias y quemad vuestros fantasmas con un buen bidón de gasolina.



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jueves, 13 de agosto de 2015

Salir de la burbuja feminista

He salido de mi burbuja.

Durante una semana he estado trabajando en un festival de música como camarera y cocinera en donde he tenido que convivir con muchas personas, tanto con el personal del trabajo como con la gente que estaba de acampada.

Ha sido como una hostia, una hostia enorme. Como darme de bruces al salir al mundo real. Digamos que todos los círculos con los que me relaciono habitualmente tienen algún tipo de contacto con el feminismo y de repente me he encontrado conviviendo una semana con gente que no sabía lo que significaba. En general se dice que está bien salir de la burbuja política-feminista de vez en cuando para no perder contacto con el mundo de afuera, aunque no estoy tan segura; yo casi me habría quedado encerrada en mi cueva platónica unos días más.

Lo primero fue ver una pareja de lesbianas desde la barra. O no, igual no lo eran, pero estaban cariñosas de la mano. Iban sonriéndose la una a la otra mientras se miraban y una cogía del brazo a la otra. Pues ahí estaba el cretino de turno, mi compañero de trabajo, gritando “¡Mira, mira, que son bolleras!”. Y todo el equipo mirándolas y riéndose. Alucinante. Ilusa de mí, está claro que dos tías no pueden ir cogidas de la mano sin que gilipollas se alteren al verlas.

En otro momento estaba pintando unos carteles anunciativos con los productos que teníamos para colgarlos afuera del chiringo donde curraba. Ahí me vino entonces el macho de turno: con músculos marcados por su camiseta blanca apretada, Ray-Ban, barbita de tres días cuidadosamente descuidada. “Apúntate ahí mi número de teléfono, mona, y te doy lo que quieras”. Vamos a ver, gilipollas: estoy currando bajo el sol que me da en la nuca y me hace sudar, tengo sed, me duele el cuello, quiero acabar la jornada y me vienes tú, payaso soberbio, a molestar con tus gilipolleces de chaval engreído. Paré de escribir y le dije que no quería nada que él me pudiera ofrecer; sus amigos empezaron a soltar alaridos por una respuesta así. El tío me insistió  algunas veces más con lo típico, pidiéndome el whatsapp, que le diera un beso o que a qué hora salía, hasta que le dije que estaba haciendo el ridículo y sus amigos terminaron llevándoselo. Pobre.
Había también en una zona del camping un grupo de tíos sentados con el síndrome de los cojones grandes, llevando carteles con numeritos pintados. Cuando pasaban chicas por delante iban levantando números puntuándolas y gritándoles a quiénes de ellas se follarían o cómo lo harían. Magnífico.

Estos sucesos son completamente cotidianos, no nos cuesta mucho imaginárnoslos. Estamos acostumbradas a los cretinos y a los machos y no es nada nuevo, podía aguantarlo perfectamente. Pero había otro palurdo con el que tenía que trabajar. El típico guapito al que le dices que te vas a duchar y te pregunta que si te acompaña. El típico al que le dices que te vas a dormir y te responde que si se puede meter contigo a la cama para que no pases frío. El típico con el que vas a la playa y te dice que te quites la parte de arriba para que no se te quede marca. El típico que juzga a todas las tías que le pasan por delante (“a esa con una bolsa en la cabeza me la follaba”, “esa no tiene tetas pero me la follaba de espaldas”). Y todos los días así.  Sus bromas eran estúpidas, me preguntaba que por qué no me reía y yo le contestaba que no me hacía gracia; el chico se desconcertaba un poco, no sé si alguna tía habría sido tan borde con él antes. Me llamaba mona, guapa, guapita. El típico, vaya, todas nos hemos encontrado con lerdos como él.

Me decía que me iba a meter mano. Cuando me metía en la tienda a dormir venía a comentarme que tuviese cuidado. Sus amigos me decían entre risas que tuviese cuidado con él por la noche. Me hablaba sobre las ganas que yo tenía de que él me diera caña. Ah, y creo que el chaval tenía novia con relación cerrada. Cuando se enteró de que yo tenía una relación no-monógama me contestó que a él le gustaría poder tener algo así, únicamente si su novia no estuviese con nadie más aparte de él. Vaya, que sorprendente e innovador.

Yo no tenía ninguna gana de hacer pedagogía con él, simplemente o era borde al responderle o le ignoraba. Acabé sin mirarle si quiera cuando me hablaba. Su presencia me molestaba y me cargaba el ambiente. Su tono de voz intentando hacer gracia me dolía en los oídos. Cuando me rozaba el brazo trabajando me daba grima. Sus bromitas, su risa tonta, sus continuos ligoteos indiscriminados con casi cualquier mujer que fuese a la barra a pedir y su forma de hablar de ellas: me pareció como volver al instituto.

No quería invertir mi tiempo en él, simplemente es eso. A veces a una le apetece explicar las cosas, sobre todo cuando vemos que hay posibilidad de cambio, por qué nos comportamos de una manera determinada o por qué algo nos irrita. Pero a veces no. A veces alguien nos importa ya tan poco o nos ha robado tanto las energías que directamente nos da igual su interpretación de la situación y lo único que acabamos queriendo es que se alejen y nos dejen en paz. No podemos perder el tiempo siempre con gente así porque acabamos desesperándonos y la situación se vuelve perjudicial para nosotras mismas: tenemos que tirar hacia la opción más sana, la cual es buscar nuestro propio bienestar.  Igual si hubiese tenido compañeras feministas al lado el contexto habría sido diferente, quizás habríamos querido explicarle algo a fondo para que rectificase. Pero no fue así y no me arrepiento de no haber querido desperdiciar mi tiempo con capullos del estilo.



Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.